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PAPA FRANCISCO: UNA VIDA AL SERVICIO DE LA IGLESIA Y DEL MUNDO

Papa Francisco en Ciudad del Vaticano - 2017

UN PAPA VENIDO DEL FIN DEL MUNDO

La elección de Jorge Mario Bergoglio como Papa, el 13 de marzo de 2013, no solo significó un cambio en el liderazgo de la Iglesia católica, sino también un gesto histórico de apertura hacia los pueblos del sur del mundo. Era la primera vez que un pontífice provenía del continente americano, del hemisferio sur y, además, de la Compañía de Jesús. Con 76 años, el cardenal argentino asumió el ministerio petrino bajo el nombre de Francisco, inspirándose en San Francisco de Asís, el santo de la pobreza, de la paz y del cuidado de la creación. Desde ese momento, cada gesto suyo fue revelando una espiritualidad encarnada, cercana, profundamente evangélica, y al mismo tiempo, un liderazgo marcado por la sencillez, el discernimiento ignaciano y el deseo de una Iglesia más humilde, más misericordiosa y más comprometida con los pobres.

LA REVOLUCIÓN DE LA TERNURA COMENZÓ EN EL AUTOBÚS

Francisco se presentó al mundo como un pastor que quería caminar con el pueblo de Dios. Rechazó las limusinas papales, prefirió la residencia de Santa Marta en lugar del Palacio Apostólico, pidió que rezaran por él desde el balcón de la Basílica de San Pedro y compartió el autobús con los demás cardenales tras el cónclave. Su deseo era claro: una Iglesia sin privilegios, sin distancias, sin lujos. “Me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres”, expresó desde los primeros días. Su elección como persona del año por la revista Time en 2013 no fue casualidad: el mundo lo observaba con atención, esperanzado en una renovación genuina del rostro eclesial. Aunque no era el favorito en el cónclave, su perfil de hombre conciliador, firme en la doctrina pero abierto al diálogo social, conquistó a los cardenales, quienes vieron en él una posibilidad real de revitalizar la misión de la Iglesia.

EL MUCHACHO DEL BARRIO QUE AMABA EL TANGO Y EL FÚTBOL

La vida de Jorge Mario Bergoglio estuvo marcada desde sus inicios por un profundo contacto con el pueblo. Nació el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, en el seno de una familia humilde de inmigrantes italianos que había huido del fascismo. Fue el mayor de cinco hermanos y desde joven mostró sensibilidad humana y social. Le gustaba bailar tango, amaba el fútbol y fue fiel hincha del club San Lorenzo. En su juventud, trabajó como técnico químico, portero de club nocturno, barrendero y operario en una fábrica. Fue allí donde conoció a Esther Ballestrino, bioquímica paraguaya y activista social que marcó profundamente su visión del mundo. De ella aprendió a mirar la realidad con ojos críticos y solidarios, comprendiendo que el cristianismo no es solo un conjunto de ideas, sino una entrega concreta y valiente al servicio del prójimo.

UNA VOCACIÓN FORJADA EN LA FRAGILIDAD

Su vocación sacerdotal nació en medio de una vida llena de desafíos. A los 21 años sufrió una grave infección pulmonar que obligó a extirparle parte del pulmón derecho, dejándolo con secuelas que arrastró toda la vida. Esta fragilidad física lo acompañó incluso como pontífice. Ingresó a la Compañía de Jesús, fue ordenado sacerdote en 1969 y se formó en humanidades, filosofía y teología. Enseñó literatura, psicología, vivió en Chile y Alemania, y ascendió rápidamente en la jerarquía jesuita hasta convertirse en provincial en 1973. Su liderazgo se desarrolló en plena dictadura militar argentina, época compleja en la que se vio envuelto en controversias. Algunos lo acusaron de no haber protegido a dos sacerdotes secuestrados por el régimen; sin embargo, con el paso del tiempo surgieron numerosos testimonios que afirman que Bergoglio actuó en secreto para salvar vidas, exponiéndose incluso personalmente para ayudar a perseguidos. En su biografía El Jesuita, publicada en 2010, reconoció las limitaciones de aquel tiempo: “Hice lo que pude con la edad que tenía y las pocas relaciones con las que contaba”.

EL PASTOR QUE PREFERÍA EL METRO AL PROTOCOLO

En 1992 fue nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires, en 1998 arzobispo, y en 2001 fue creado cardenal por San Juan Pablo II. Su vida episcopal se caracterizó por un estilo austero, sencillo y profundamente pastoral. Vivía solo, sin servicio doméstico, se movilizaba en transporte público y preparaba sus propios alimentos. Desde el púlpito denunció la desigualdad estructural, criticó a los gobiernos indiferentes a la pobreza y defendió los derechos de los más excluidos. Era, como muchos lo llamaban, un “pastor con olor a oveja”. Como arzobispo, se acercó a organizaciones sociales, acompañó víctimas de trata, defendió a los migrantes y promovió una Iglesia que saliera a las periferias geográficas y existenciales. Esta coherencia de vida fue una de las razones por las que los cardenales vieron en él al hombre capaz de responder a los desafíos de la Iglesia contemporánea.

DOCTRINA FIRME, CORAZÓN ABIERTO

Ya como Papa, Francisco se convirtió en un puente entre la tradición y la apertura. Defendió con firmeza los principios morales y doctrinales de la Iglesia, como el derecho a la vida desde la concepción, el valor del matrimonio entre hombre y mujer y la dignidad del ser humano. Al mismo tiempo, promovió un estilo pastoral misericordioso, acogedor, comprensivo. Permitió, bajo ciertas condiciones, que los divorciados vueltos a casar accedieran a la Eucaristía, invitó a no discriminar a las personas homosexuales, habló con respeto de las uniones civiles y cuestionó las estructuras rígidas que alejan a la Iglesia de su misión. Si bien nunca ordenó mujeres sacerdotes, nombró por primera vez a una mujer como prefecta de un dicasterio del Vaticano, reconociendo el papel indispensable de las mujeres en la vida eclesial.

CONTRA EL ABUSO, CON DECISIÓN Y DOLOR

Uno de los aspectos más delicados de su pontificado fue el manejo de los casos de abuso sexual dentro de la Iglesia. Si bien fue criticado por algunos sectores por supuestas omisiones, lo cierto es que Francisco impulsó reformas importantes. Cambió el código de derecho canónico para sancionar también a quienes encubren abusos, disolvió comunidades religiosas como el Sodalicio de Vida Cristiana y removió a toda la cúpula episcopal de Chile tras las denuncias de encubrimiento. Enfrentó resistencias internas, como las del exnuncio Carlo Maria Viganò, quien lo acusó públicamente en una carta de once páginas. Sin embargo, Francisco no respondió con ataques, sino con reformas concretas, comisiones investigadoras y un compromiso real con las víctimas. Fue un pastor que buscó sanar heridas, aunque el camino fue largo y doloroso.

UN CONSTRUCTOR DE PUENTES Y DE PAZ

Francisco también ha sido un incansable constructor de puentes. Promovió el diálogo interreligioso, tendió la mano a judíos, musulmanes y ortodoxos, y fue clave en el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. En su primera visita apostólica como Papa, eligió Lampedusa, isla italiana símbolo del drama migratorio. Desde allí denunció la “globalización de la indiferencia” que condena a miles de seres humanos a la muerte en el mar. Sus palabras y gestos han sido proféticos, incómodos para algunos, pero profundamente evangélicos. Fue un Papa que salió al encuentro del mundo, visitando más de 60 países, denunciando la idolatría del dinero, defendiendo la casa común y recordándonos que el Evangelio se vive en lo concreto.

LUCES, SOMBRAS Y HERIDAS ABIERTAS

A pesar de todos sus esfuerzos, no pudo evitar que algunos se sintieran decepcionados. Nunca visitó su país natal, Argentina, lo que generó dolor en muchos de sus compatriotas. No logró frenar el avance de las iglesias evangélicas en América Latina, ni consolidar del todo las reformas internas esperadas. Pero dejó una marca imborrable. Su estilo de vida austero, su cercanía con los trabajadores del Vaticano, su decisión de almorzar en Santa Marta junto a los cocineros y mozos, su opción por los pobres y su constante llamado a una Iglesia en salida, muestran que fue un Papa que vivió lo que predicó. “Si tuviera que elegir entre una Iglesia herida que sale a la calle y una Iglesia enferma que se encierra, elegiría la primera”, dijo. Y así lo hizo.

EL PAPA QUE VIVIÓ EL EVANGELIO CON LOS PIES EN LA TIERRA

Hoy, al mirar su pontificado, reconocemos en Francisco una figura profética, compleja, humana, profundamente cristiana. Su vida fue una entrega continua, un testimonio de que el Evangelio puede vivirse con radicalidad en medio del mundo. Será recordado como el Papa de los gestos sencillos, del Evangelio vivido, de la reforma paciente. Un pastor que habló con la vida, y que nos invitó a ser Iglesia de puertas abiertas, comprometida, misericordiosa y alegre.